Mis pasos en la noche de mármol de Venecia
como un eco repiten pasos de otros amantes
sepultos bajo el piso desigual de una iglesia
entre damas adúlteras y duques navegantes.
De sus vastas pasiones no quedó nada, nada,
y quedaron en cambio su escudo y su palacio;
sin embargo, una noche como esta innominada
se creyeron eternos y fuera del espacio,
y creyeron que el fuego y el mármol y el Ticiano
no durarían tanto como eso que sentían
ascender por las ondas marmóreas del verano
hacia un mosaico púrpura de nubes que se abrían