La gran muralla No es su costumbre, pero la garza amarilla desplegó sus alas e inició anoche un vuelo nocturno. No es frecuente en China; pero a veces ocurre que alguien desarma la Gran Muralla para que el corazón quede expuesto y pueda volver a amar. Click para leer más poemas de Alberto Laiseca
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Las cuatro edades del hombre – Alberto Laiseca
Las cuatro edades del hombre En la Primera Edad se ama a Confucio. En la Segunda Edad se lo odia. En la Tercera Edad, con miedo y abyección, otra vez se lo ama. Odio y amor son dos vinos que no deben mezclarse. El odio necesita tener su centro y el amor también. La Cuarta, …
Un poema vulgar – Alberto Laiseca
Un poema vulgar Por tu amor estoy dispuesto a decir la palabra más trivial. Mi casa está limpia y resplandece. Despierto, y cada amanecer es un vaso de porcelana que se ocupa con lentitud. Amor es como Tao, que llena todos los vacíos. El arreglo floral, sobre mi mesa, abarca la totalidad del jardín. El …
El arroz que compartimos – Alberto Laiseca
En el Reino de Ch´u hay un árbol; quinientos años dura su primavera. Mas, en nuestro jardín, poco tiempo permanecerá el esplendor de las flores del ciruelo. Al norte del Lago Celestial vive un pez; cada ojo mide quinientos li y cada escama es grande como el escudo de un genio. En cambio, tú riegas …
Pequeño gorrión – ALBERTO LAISECA
Pequeño gorrión Mi amada no conoce jaulas; va y vuelve cuando se le ocurre. No te cantaré cuando te hayas ido, pequeño gorrión salvaje. Te canto ahora que me amas. Shen Chin. Dinastía Wei Alberto Laiseca
Árbol ciruelo – ALBERTO LAISECA
Digo «te amo» y tú sonríes, pero al minuto siguiente tu rostro afila el borde de una larga sombra. ¿Deberé decir «me fastidias»? quizá así, luego de tu pena, tengamos por delante un día luminoso. ¿Deberé talar el único árbol ciruelo de mi jardín, para ganar benevolencia ante la arrogancia del bosque? Teh Ping. Reino …
El recuerdo de tu sonrisa – ALBERTO LAISECA
El rocío aumenta el peso de mi túnica. El sueño danza lejos de mí ignorando la entrada que le proponen mis ojos. Sin embargo es preciso que descanse esta noche, pues mañana deberé cruzar ese desierto de bambúes de arena. Casi no tengo agua, pero el recuerdo de tu sonrisa puede cambiar la desesperación y …
Una frase que obliga a la reverencia – ALBERTO LAISECA
La dura princesa Wu pidió una canción. Muchos han muerto ya, procurando satisfacerla. Grande es el premio, empero: su propia mano. Por la posibilidad de su sonrisa festiva, mueren uno tras otro. Cantó un joven poeta; fuerte y vigoroso, pese a su juvenil carencia. La princesa Wu chasqueó los labios como una muerte china. «Castigad …