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Sobre la mujer – WILLIAM BUTLER YEATS

Loado sea Dios por la mujer
que renuncia a toda su mente,
un hombre no puede hallar en otro hombre
una amistad como la de ella
que cubre todo lo que él ha traído
como con su carne y huesos propios,
y no disputa con un pensamiento
porque no es el suyo.

Aunque lo nieguen los pedantes,
es claro que la Biblia dice
que Salomón se hizo sabio
hablando con sus reinas,
mas nunca pudo, aunque
dicen que contaba la hierba
contar todas las alabanzas debidas
cuando Saba era su zagala,
cuando ella forjaba el hierro, o
cuando del fuego de la fragua
se estremecía en el agua:
severidad de su deseo
que les hizo estirarse y bostezar,
placer que acompaña al sueño,
estremecimiento que les hizo uno.
Cualquier otra cosa que Él dé o guarde
me la conceda Dios —no, no aquí,
pues no soy tan atrevido
como para esperar algo tan preciado
ahora que me estoy haciendo viejo,
sino cuando, si lo que dicen es cierto,
el Majador de la luna
que todo lo machaca para hacerlo nuevo
me traiga de nuevo al nacimiento:
para hallar lo que una vez tuve
y saber lo que supe una vez,
así hasta que enloquezca,
el sueño apartado de mi lecho,
por la ternura y el cariño,
la compasión, una cabeza dolorida,
rechinar de dientes, desesperación;
y todo por causa de una
perversa criatura del azar,
y vivir como Salomón
a quien Saba trajo por
la calle de la amargura.

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