El hombre al que el Dolor tenía por amigo,
Soñando con su gran camarada el Dolor,
Avanzó a paso lento por las centelleantes
Arenas donde rompen las mareas ventosas.
Y llamó a las estrellas, para que se inclinaran
De sus pálidos tronos a consolarle; pero
Entre sí ríen ellas, y están siempre cantando.
Y el hombre al que el Dolor tenía por amigo
Gritó: ¡Sombrío mar, mi triste historia escucha!
El mar continuó bramando su bramido,
En sueños resonando de colina en colina.
Huyó el perseguimiento de su gloria, y muy lejos,
Parándose en un valle benigno, les lloró
Su historia a las brillantes gotitas de rocío.
Mas éstas nada oyeron, porque están de continuo
Escuchando el rumor de su propia caída.
Y el hombre al que el Dolor tenía por amigo
Buscó otra vez la orilla, y encontró allí una concha,
Y pensó, Contaré la historia de mis penas
Hasta que mis palabras envíen resonando
Su tristeza a un vacío, perlado corazón;
Y de nuevo mi propio cuento habrá de cantarme,
Y serán mis palabras susurrantes consuelo,
Y quizá mi aflicción antigua pasará.
Suavemente cantó junto al borde perlado;
Pero el triste habitante solitario del mar
Convirtió su cantar en un torpe gemido,
Entre sus remolinos perdidos, olvidándole.
Sección: William Butler Yeats