A solas, en su nido, palacio de bambúes,
lejos de los andenes, del esplín, de las playas,
de los clubs de electores con sus broncas estúpidas,
ellos se adoran, desde abril, ¡como dos locos!
Y como cortinajes y cerrojos corrieron,
y, entre llores extrañas, tan sólo les preocupa
la comida exquisita y los tabacos raros,
aún están en el mes de las lilas fragantes,
mientras que afuera ya el viento del otoño,
como en un De Profundis monótono y escéptico,
se lleva bajo el cielo manchado por las brumas,
las hojas de los bosques y los carteles tristes,
escarlatas o rosas, verde, azul o amarillo,
de las candidaturas aquellas que el olvido
y el aguacero anegan.