Si algunas veces resulta lógico atenerse a la apariencia de los fenómenos, este primer canto termina aquí. No seáis severos con aquel que hasta ahora sólo ha estado probando su lira: ¡de ella se desprenden tan extraños sonidos! Sin embargo, si queréis ser imparciales, tendréis que admitir un fuerte sello personal en medio de sus imperfecciones. En lo que a mí respecta, voy a ponerme a trabajar de nuevo para dar a luz un segundo canto, a un lapso que no se dilate demasiado. El final del siglo XIX tendrá su poeta (sin embargo, al principio no debe iniciarse con una obra maestra, sino obedecer a la ley natural); nació en las costas americanas, en la desembocadura del Plata, allí donde dos pueblos, otrora rivales, se esfuerzan actualmente por superarse mediante el progreso material y moral. Buenos Aires, la reina del sur, y Montevideo, la coqueta, se tienden una mano amiga a través de las aguas plateadas del gran estuario. Pero la guerra eterna ha instalado su imperio destructor sobre los campos y cosecha con alegría numerosas víctimas. Adiós, anciano, y piensa en mí si me has leído. Tú, muchacho, no desesperes; pues tienes un amigo en el vampiro, aunque no lo creas. Y contando el acarus sarcopte [8] productor de la sarna, tendrás dos amigos.
Sección: Lautréamont