Abandonaría estos cantos y salmodias y recitaciones de rosario. ¿A quién rindo culto en este
oscuro rincón del templo con todas las puertas cerradas? Abro los ojos y veo que Tú, Dios mío,
no estás delante de mí.
Tú estás allí donde el labrador labra la dura tierra y donde el peón caminero rompe las piedras.
Tú estás con ellos bajo el sol y bajo la lluvia, y tu vestido está cubierto de polvo. Me quito el
manto sagrado y, como Tú, bajo hasta la tierra polvorienta.
¿Liberación? ¿Dónde se encuentra la liberación? Tú mismo has cargado gozosamente con los
lazos de la creación; estás atado a todos nosotros para siempre.
Salgo de la meditación y dejo a un lado flores e incienso. ¡Qué importa si mi vestido se rompe y
ensucia! Es en el duro trabajo y en el sudor de mi frente donde te encuentro y puedo estar a tu
lado.