Dudo que el verdadero amor implique deseo, fervor, pasión. No dudo que sólo pueda NACER de una disposición a aprobar lo que sea, luego de una entrega amistosa al azar o a los usos del mundo, para conducirnos a tales o cuales encuentros; VIVIR sólo de una aplicación extrema en cada uno de esos encuentros para no molestar al objeto de sus miradas y dejarlo vivir como si nunca nos hubiese encontrado; SATISFACERSE sólo con una aprobación tan secreta como absoluta, una adaptación tan total y tan detallada que nuestras palabras traten para siempre a todo el mundo como lo trata ese objeto por el lugar que ocupa, sus semejanzas, sus diferencias, todas sus cualidades; MORIR finalmente sólo por el efecto prolongado de esta supresión, esta desaparición completa ante sus ojos —y también por el efecto de la entrega confiada al azar de la que hablé al comienzo, que nos conduzca a tales o cuales encuentros o que igualmente nos separe de ellos.
Sección: Francis Ponge