No es a vos, no, señora, a quien amo,
ni tampoco, Julieta, es a vos,
no es Ofelia, Beatriz, ni siquiera
es a Laura, la ruina, la del dulce mirar.
Sabed bien que la que amo está en la China:
allí vive con padres muy ancianos
entre muros de fina porcelana,
junto al río Amarillo, donde vuelan los mergos.
Tiene oblicuos los ojos, tiene un pie
chiquitín que me cabe en una mano,
muy pálida la piel, aún más que el cobre,
las largas uñas rojas de carmín.
Si se asoma por entre los bambúes
la rozan al volar las golondrinas,
y de noche, lo mismo que un poeta,
canta al sauce y a flores color rosa.