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Acaricia tu soledad con la mía – RAY BRADBURY

Dulce amor mío, ahora ven conmigo,
acaricia tu soledad con la mía;
tómame, abrázame, protégeme y acógeme,
sálvame de mi mundo con el tuyo.
Dame más de lo que yo pudiera tomar prestado,
mucho gozo, aunque un poco de aflicción;
busca y encuentra en las elevadas buhardillas del amor
las matemáticas horizontales,
juguetes para mostrar las sencillas sumas
que los novios, los néctares, los pólenes, los pegamentos
de la conquista del amor, de su regalo, de su tormento,
dulcemente sembrando y concibiendo,
harán florecer nuestros días en la leyenda y la tradición:
Dos mentes separadas, y una carne el recuento.

Cántalo de carrerilla, princesa, alaba
cómo yo me pierdo en tu laberinto,
con sumo gusto allí perdido, nunca hallado,
en tus melifluas entrañas.
La gente preguntando por mí,
diles dónde estoy enterrado.
Enredado en tu privado matorral,
di que te ensanchas con tu hijo,
así un día desde la secreta tierra
la mediana edad hallará el renacimiento.
Yo no voy a la tumba, sino directo al útero
donde tu cabello virginal ahí creciendo
tapiza este viejo melocotón de nuevo,
y con la carne de abril lo va vistiendo.

¡Ay!, hombres a millares, tales como yo
gustosamente bajo tu dulce hierba yacerían
para exigir que lo que se encierra bajo tus pastos
se alzará tan tierno y fresco como el amanecer.

La Máquina del Tiempo del Amor me arrinconará allí
y liquidará lo viejo por lo nuevo y hermoso
y, alimentado, mantenido, por dulces néctares
volveré a nacer como tu último hijo.

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