En algún lugar al que nunca he viajado, felizmente más allá
de toda experiencia, tus ojos tienen su silencio:
en tu más delicado gesto hay cosas que me rodean,
o que no puedo alcanzar porque están demasiado cerca
tu mirada más leve alégremente se abrirá
aunque me haya cerrado como un puño,
tú me abres siempre, pétalo por pétalo, como la primavera abre
tocando con habilidad, misteriosamente, su primera rosa
o si tu deseo es cerrarme, yo y mi vida
nos cerraremos con hermosura, de pronto,
como cuando el corazón de esta flor imagina
la nieve, cuidadosamente, descendiendo por doquier
nada de lo que podamos percibir en este mundo iguala
el poder de tu intensa fragilidad, cuya textura
me obliga con el color de sus campos,
trayendo muerte para siempre con cada aliento
(no sé qué hay de ti que cierra
y abre; solo algo en mí entiende
que la voz de tus ojos es más profunda que todas las rosas;
nadie, ni siquiera la lluvia, tiene manos tan pequeñas