Ruego al divino Jesucristo,
a Quien invoco en mis desgracias
y Cuyo soy en alma y cuerpo,
que dé acogida a mi plegaria.
Él, que de tantos extravíos
me preservó, y de fuerza mala,
alabado sea, y Su Madre,
y Luis, el bravo Rey de Francia
Yo, en el año mil cuatrocientos cincuenta y seis, François Villon, estudiante, considerando con sensatez y decisión que es deber someter sus actos al examen […]
Finalmente, mientras sereno escribía, y de buen humor, y redactaba este legado, la campana de la Sorbonne oí tañer a todo vuelo anunciando la Salvación. […]