D. H. Lawrence

Sombras – D.H. LAWRENCE

Y si esta noche mi alma pudiera hallar su paz
en sueños y hundirse en bondadoso olvido
y en la mañana despertara como flor recién abierta,
entonces nuevamente me habré sumergido en Dios, y recreado.

Y si, al igual que pasan las semanas, en el lado oscuro de la luna
mi espíritu se oscurece y sale, y suave, extraña tristeza
cubre mis movimientos, pensamientos y palabras
sabré entonces que camino, que aún camino
con Dios, y estamos cerca, ahora que la luna está en la sombra.

Y si, igual que el otoño se ahonda y se oscurece
siento el dolor de las hojas al caer y tallos que se rompen en las tormentas
y turbulencias y disolución y la zozobra
y luego, suaves sombras profundas plegándose, plegándose
sobre mi alma y mi espíritu, sobre mis labios
dulcemente, como un letargo, o más bien el estupor de una grave, triste canción
cantada más opacamente que el ruiseñor, y así hacia el solsticio
y el silencio de los días cortos, el silencio del año, la sombra,
sabré entonces que mi vida aún se mueve
con la oscura tierra y se humedece
en un profundo olvido, en el lapso de la tierra y su renovación.

Y si en las fases cambiantes de la vida del hombre
cayera enfermo y miserable
y mis muñecas parecieran rotas, mi corazón muerto
ausente ya la fuerza y mi vida
fuera sólo los restos de una vida:

y aún, dentro de todo, jirones de amoroso olvido,
jirones de renovación,
escasas flores, al viento, sobre su lánguido tallo, pero todavía flores y nuevas y raras
que así como una vida, que no brotaba, son botones nuevos de mí—

entonces sabré de cierto que estoy,
que aún estoy en manos del Dios que desconozco
y es Él quien me anonada hasta su propio olvido,
hasta llevar, a una nueva mañana, un hombre nuevo.