Cuando los extensos campos huelen a amanecer
Y los valles cantan en su sueño
La luna peregrina derrama sobre la solemne oscuridad
Sus cataratas de silencio
Y luego se aleja, por sobre la extensa avenida de árboles.
Las estrellas esconden, en lo claro, su luz, como lágrimas,
Se estremecen donde algún tren corre, perdido,
Pitando en distancias de misterio hacia el Este,
Donde el fuego resplandece, en algún lugar, sobre un naufragio de ciudades.
Ahora, encendida en las ventanas de esta Casa, mi Alma,
Tu frivolidad, despierta clara:
Quema en la noche campesina
Tu sabia y desvelada lámpara.
Porque, de la fosca torre, aireado campanario,
De pronto, llegan las campanas, pajes de novia,
Y llenan el oscuro eco de amor y respeto.
Vela en las ventanas de Gethsemaní, mi alma, mi hermana,
Porque los pasados años, con humosas antorchas, vuelven,
Trayendo perfidia del mundo en llamas
Ensangrentando lo claro con el fuego arrojado.
Vela en el claustro de la noche solitaria, mi alma, mi Hermana,
Donde se reunieron los apóstoles, que fueron, una vez, dispersados,
Y llora la sangre de Dios en el lugar de Su traición,
Y deplora con Pedro el triple canto del gallo.