…si bajo poderosa fuerza de un dios
no hay que llamarlo flojera o vileza,
está bien que nos lanzáramos a huir de males devastadores. Huir tiene su temporada.
También una vez Télefo, el descendiente de Arcas, él solo,
espantó a todo el ejército de los argivos, y no mucho resistieron
esos valientes (tanto los espantaba la suerte de los dioses
a ellos, que iban armados con lanzas). El río Caicos, de buena corriente,
quedó atestado de los que caían muertos, y también
la llanura misia. Sobre la orilla del mar muy estruendoso
eran masacrados por la mano de ese despiadado mortal
los aqueos de buenas grebas, que se dispersaban a la desbandada:
con entusiasmo corrían a embarcarse en las naves que cruzan el mar
estos hijos y hermanos de inmortales, a quienes Agamenón
llevaba a hacer la guerra a Ilión, la sagrada.
Pero en ese momento, desviados de su camino, habían llegado a esta costa
y recalaron en la espléndida ciudad de Teutras;
allí resollaban la furia, lo mismo los hombres que los caballos,
inmensamente afligidos los ánimos en su desvarío,
pues se figuraban que ya asaltarían la ciudad de los troyanos, de altas puertas,
y en vano pisaban Misia, rica en grano.
Y vino a su encuentro Heracles, clamando por su hijo de corazón bravo, Télefo,
despiadado centinela en la guerra devastadora,
el que excitó en los dánaos la vergonzosa estampida
cuando los enfrentó él solo, complaciendo a su padre…
Sección: Arquíloco