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No te envanezcas… – PABLO NERUDA

«No te envanezcas», alguien dejó escrito
en mi pared.
Yo no conozco
la letra ni la mano
del que inscribió la frase
en la cocina. No lo invité tampoco.
Entró por el tejado.
A quién entonces
contestar? Al viento.
Escúchame, viento.
Desde hace muchos años
los vanidosos
me echan en cara
sus propias y vacías vanidades,
ese es, muestran la puerta
que abro de noche, el libro
que trabajo,
el lecho
que me acoge,
la casa que construyo,
ese es, ese es, malignos
me muestran con sus dedos
enredados,
dedos de enredaderas,
y cuanto ellos se adoran
me lo tiran en cara,
lo que son me designan,
lo que ocultan me ladran.
Tal vez
soy vanidoso,
también soy vanidoso.
No de mi poesía, me parece.
A ver, examinemos.
Toda la vida circuló en mi cuerpo
como una sangre propia
que descifro
en el papel, a veces
tengo que hacer, me llaman
y no acudo,
debo escribir renglones
que no leo,
debo cantar para alguien
que ni siquiera
conoceré algún día.
Es verdad que recibo
cartas que me dicen;
tu palabra
me devolvió el amor,
me dio la vida,
me encontró en las prisiones,
y yo pienso
que esta circulatoria
sangre, invisible sangre
que contengo
en otras venas vive
desde ahora.
Pero apenas
salió de mí
olvidé mi poesía.
No encuentro
grave
vanidad en mi olvido
ni en mi hallazgo,
tampoco
en mis zapatos
en mis viejos
zapatos deformados
por mis pies vagabundos,
cada cinco años
me hago un nuevo traje,
mis corbatas
marchitas
no se jactan
de nada,
ahora
si en el momento
de peligro
para mi pueblo
busco
la bandera,
subo
a los campanarios
olvidando
la ola
bordada con espuma,
olvidando
la flor
en el camino
no hice
más que ninguno,
tal vez menos que todos.

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