la cosa es cosa el aire es aire; no distrae
la dicha a nuestras almas en la edénica tierra:
sus milagrosamente desencantados ojos
habitan del espacio la honestidad magnífica
La montaña es ahora montaña; el cielo cielo—
y agudo el albedrío que nos iza la sangre
como si este universo, libre de dudas, fuera
por obra tuya y mía (sólo nuestra) supremo
Como si nuestras almas, despertando del verde
hechizo del estío no fueran en más hondo
hechizo a aventurarse: en ese blanco sueño
que gasta la inmortal curiosidad humana
y el valor de asumir (alegre, como deben
los amantes) el sueño, más eficaz, del tiempo