El buen musulmán habla del paraíso
como si él mismo allí hubiera estado,
y cree en el Corán, que considera fuente
segura de la verdadera doctrina.
Mas, sabio, el Profeta, autor de ese libro,
nuestras deficiencias supo presentir
y vio que, a pesar de temer maldiciones,
nuestra fe las dudas a menudo amargan.
Por eso envió por el espacio eterno
un arquetipo de juventud que todo
lo rejuvenece. Ella flota ante mí
y mi cuello atrapa en el más bello lazo.
Sostengo en mi pecho, sobre mi regazo,
a ese ser celeste, nada más deseo
saber, y fielmente creo en el paraíso
pues así querría besarla por siempre.