Notas del editor de Antología Poética:
Para conocer el verdadero orden tipográfico de este poema consultar la fuente original en un libro.
Publicamos este material por considerarlo relevante dentro de la poesía lírica pero no porque apoyemos las ideas que hay o pudiera haber en este material, como así tampoco apoyamos las ideas que circulan en general sobre y a partir de este material. Se recomienda un estudio cuidadoso de este material.
Poema: Una mujer me espera
Autor: Walt Whitman
Una mujer me espera: todo lo contiene, nada falta,
pero todo faltaría si faltase el sexo, o la mojadura del hombre adecuado.
El sexo lo contiene todo: cuerpos, almas,
significados, pruebas, purezas, delicadezas, resultados, promulgaciones,
cantos, órdenes, salud, orgullo, el misterio de la maternidad, la leche seminal,
todas las esperanzas, favores y dones, todas las pasiones, amores, bellezas y placeres de la tierra,
todos los gobiernos, jueces, dioses y caudillos de la Tierra:
el sexo los contiene a todos, como partes suyas y justificaciones suyas.
El hombre que me gusta conoce y acepta, sin avergonzarse, las delicias de su sexo;
la mujer que me gusta conoce y acepta, sin avergonzarse, las del suyo.
Ahora me apartaré de las mujeres impasibles
y me reuniré con la que me espere, y con aquéllas, ardientes, que me satisfagan:
veo que me comprenden y no me niegan;
veo que son dignas de mí: seré el robusto marido de todas ellas.
No valen ni una pizca menos que yo;
la luz del sol y la fuerza del viento han curtido sus rostros;
su carne posee la agilidad y la fuerza de los antiguos dioses;
saben nadar, remar, montar, pelear, disparar, correr, golpear, retroceder, avanzar, resistir, defenderse;
son, por sí solas, definitivas: serenas, claras, seguras de sí mismas.
Os estrecho contra mí, mujeres,
no puedo dejaros ir; os haré bien:
soy para vosotras, y vosotras sois para mí, y no sólo en beneficio nuestro, sino también en beneficio de los demás;
vosotras sois la envoltura en cuyo interior duermen grandes héroes y bardos
que se niegan a despertar si no soy yo quien los toca.
Soy yo, mujeres: me abro camino.
Soy firme, acre, grande e imposible de disuadir, pero os amo
y no os hago más daño del estrictamente necesario.
Derramo la sustancia que es el principio de hijos e hijas idóneos para estos Estados, y empujo despacio, con músculo rudo,
me acoplo con eficacia, no atiendo a súplicas
y no me atrevo a retirarme hasta haber depositado lo que durante tanto tiempo se ha acumulado en mí.
En vosotras vierto los ríos represados de mi ser,
con vosotras envuelvo mil años futuros,
en vosotras implanto lo más preciado de mí y de América,
de las gotas que destilo en vosotras nacerán jóvenes atléticas y feroces, artistas, músicos y cantantes nuevos,
los niños que engendro en vosotras, engendrarán, a su vez, niños.
Exigiré de mi derroche de amor hombres y mujeres perfectos,
esperaré que se penetren unos a otros, igual que tú y yo nos penetramos ahora,
contaré con los frutos de sus derramamientos, igual que cuento con los de mis derramamientos de ahora,
y perseguiré las amorosas cosechas del nacimiento, la vida, la muerte y la inmortalidad que siembro, con tanto amor, en este instante.