A propósito de nuestras convicciones religiosas
dijo el estúpido de Juliano: «Leí, comprendí,
rechacé.» Es decir, nos redujo a la nada
con su «rechacé», el muy ridículo.
Semejantes ocurrencias no nos valen
a nosotros, los cristianos. «Leíste, pero no comprendiste;
pues si hubieras comprendido, no habrías rechazado»
respondimos de inmediato.