Rodolfo Enrique Fogwill

En el bosque de pinos de las máquinas – Rodolfo Enrique Fogwill

En el bosque de pinos de las máquinas

Rodolfo Enrique Fogwill

Para Ricardo Zelarayán

 

Máquinas vastas, máquinas fastuosas, máquinas enamoradas de su trivial reiteración
cíclicas, lineales o iterativas: igual, indiferentes a la finalidad que les reclaman
órganos imantados por una sobrecarga de fines, medios, causas y condiciones que nadie imputaría a la voluntad sus creadores
ni a la subordinación de los últimos que creyeron en ellas
sumisión temblorosa a ritos, voluntad sostenida a gritos, voluntad de unas máquinas tenidas por expresión mas alta del amor en un tiempo mecánicamente acariciado
en estos tiempos que pocas veces terminan de vislumbrar -en sueños- los creadores que las sirven

Máquinas superadas, despojos solitarios que en lo obsoleto -su modo de morir- recuperan las marcas de su nacimiento

La voluntad de sus agentes
la voluntad de los que crean dispositivos a semejanza de las imágenes de su pasión
la voluntad de quienes los operan aguardando un destino mejor
la voluntad de servir sirviéndose cada cual a su turno del azar ordenado y el cálculo
la voluntad de la monotonía y de las sucesiones del azar
y el cambio

El cambio
el cambio y su repetición
los reflejos

Hay máquinas pulidas que reflejan la luz deliberadamente para evocar esa iluminación que no deben referir sus manuales
empecinadas, opacadas, fresadas, empavonadas, tibias, pavas, apabullantes
máquinas relegadas a contener la ebullición
o a detener el mundo en el instante en que incandece la materia

Máquinas mudas, que callan o que, encalladas en los baldíos que rodeaba el zanjón, parecen a punto de gritar
fósiles demasiado recientes: metas fraguadas en metaltempranamente desaparecidas

Máquinas irisadas, máquinas de contar y máquinas que cuentan con tu pasión o que descuentan el tiempo remanente de un juego
juego de los poetas, o de los chicos, o de hombres grandes que apuestan a números, a caballos numerados o a códigos binarios que representan el resultado de cotejar grupos de once y once hombres parecidos
máquinas de once sílabas medidas
falsa arbitrariedad de la medida de las formas

Máquinas indecisas que nunca se detienen
máquinas divididas que se montan en aniversarios y catástrofes y devuelven por unos días a la memoria el viejo tema de la verdad
catequistas, instructores de vuelo, profesores de filosofía: partes del todo remuneradas para atenuar el miedo
colaboradores de la prensa: remunerados para testimoniar las virtudes del fraude y no se entiende bien qué tipo de goce vinculado al fraude
colaboradores de Clarín: captados por las cámaras para documentar una alegría de servir, aggiornatti

Poetas y tantas otras máquinas multiplicadas por los efectos de su mismo operar
maquinitas sumadas a un inventario de reserva: del edificio, de la fábrica, del casco de la estancia, de la sociedad anónima que administra el taller
prudentes máquinas sociales que restan magnitudes que no convienen al mejor curso de las cosas
máquinas de porquería, de precios irrisorios y diseño imperfecto que circulan por la cadena invisible del comercio, y funcionan solo para provocar mas intercambio aún y son un complemento, un comentario agregado al mundo que bien pudo no estar, o ser otro y que siempre puede sustituirse por otro sin que nadie lo advierta

Máquinas irremplazables, apañadas por lo peor
llamadas a cambiar estados de la materia, exprimen, condensan, extienden, muelen, licúan, hacen un jugo de colores, secan, succionan, llevan, acercan, traen desde lejos…
o bien: máquinas de mover, o de permanecer y detener
o de procesar eternamente variaciones ínfimas

Inalcanzable e incansable máquina humeante humana
solo ella, por ser ella, revela lo peor: su entidad acotada y la finalidad incomprensible, las metas invisibles, la consigna inaudible y borrada de sus orígenes
siempre lo peor de estas máquinas fue su ser acotado y ahora lo mejor y lo mayor de su destino es la inteligibilidad tramposa del poema
y la de tantas otras máquinas que hacen pensar en máquinas y figurando un mundo que vibraría ensamblado agrupan el terror a lo ausente, el temor a lo imprevisto y súbito y el temblor ante todo lo que pueda excluir un destino común, concertado y fácil

¡Ffahhh! ¡Ella sí es una máquina! Mujer imaginada, máquina de repetir unos espejos que la componen como materia en el espacio

Las cosmetólogas prometen simulacros de armonía cósmica a la única cosa -lo humano- que pudo imaginarla y burlara durante el ínfimo intervalo de eternidad concedido a su especie
las manicuras curan los efectos de máquinas dispuestas sin prever su contacto frecuente con la piel femenina: superficies por y para el placer
las parteras procuran cantando a su faena mientras adhieren al control de una reproducción que, alentando el berretín de no morir, la máquina médica ha decretado inconveniente

Los maquinistas en los trenes miden sus penes con cintas métricas de acero ultraflexible: otra aleación de materiales, que, como a ellos mismos, nadie previó y sólo por estar allí, * parece ahora inevitable, natural
/ mientras los paralelos rieles, quedando atrás, a un mismo tiempo permanecen debajo y ceden a la presión de las ruedas acantonadas, ellos se inclinan sobre el tablero y vuelven a medirse y cotejan parámetros y magnitudes en su rito de sumisión a las pasiones de la curiosidad y de la utilidad del número
el maquinista ha oído antes y piensa ahora que todo ínfimo cuerpo crece con la velocidad
/ al cotejar la presión del vapor en las turbinas, el torque de los émbolos y la puntualidad de los servicios de carga y pasajeros, semidesnudo, por un instante es Dios, y es máquina y obrero, y hasta puede llegar a ser un capitán o un mártir sin perder su condición de maquinista, testigo, padre, vecino, cliente, ni olvidar las imágenes de acero que tallaron en su alma noches y atardeceres de exposición a los reclamos de la publicidad

A veces, al librarse del guante de amianto y malla de acero que prescribe el convenio, descubre que durante mas de la mitad del turno permaneció envolviendo esa mano demasiado humana, imperfecta y frágil en contraste con las tuberías de bronce, las bielas de titanio de la turbina y los bujes de diamante de los indicadores de precisión
entonces se figura enfrentado a un enigma, una contradicción o quizá una paradoja: ya es tarde y no viene a su mente la palabra que mejor calificaría la visión de su mano contradiciendo el mundo
v/por eso deja que el enigma y su figura floten allí, indecisos, y que vuelvan a representarse o que terminen disipándose como todas las cosas mentales

Sabe que encontrará algo suyo en la curva inminente y que antes o después -da igual- la señal de vía libre anticipando la próxima estación lo volverá a la rutinas de su oficio: él también es uno entre los tantos únicos que esperan
y mira su mano y dice «espero» y se pregunta:
«si la mano es mía y el brazo mío, y este hombro, el pecho, el torso, el otro brazo, tal como mis dos piernas y la cabeza y el lugar que todas estas partes ocupan en mi cabina también son míos, entonces: ¿quién seré? ¿también yo seré mío? Y si soy mío: ¿qué es esto mío que me tiene? ¿qué este mí que me hace suyo..?»

«Piensa» es una manera de decir, igual que «se pregunta» : no es que él piense, se pregunte ni que descuide su deber para ubicar mentales signos de interrogación al comienzo y al final de sus dudas
son los pensamientos, máquinas en libertad montadas en tantos turnos de vigilar tableros iguales, que como turnos, se siguen repitiendo al abrigo del aire tibio, sostenidos por la paciencia templada en años de jamás pronunciarse

Pocos maquinistas son capaces de tolerar que la duda, el asombro y los enigmas reiterados, floten intactos en el aire tóxico de la cabina y permanezcan ahí sin mas apoyo que la confianza en un perfecto ensamble de máquinas …
…que velan por la seguridad de la circulación de máquinas

Recién este año aparecieron en el pueblo la nuevas máquinas de revelar: automáticamente, y sin la intervención del personal, alcanzan los mas altos standard de calidad, regularidad y precisión en el registro de brillos y contrastes integrando complejos niveles de ejecución

físicos
químicos
mecánicos
/ informáticos

como si en Japón las hubieran dotado de ese ideal griego de justos medios que cuatro esdrújulas crecientes y enigmáticas, han venido a evocar
son máquinas que no se venden y en las que ni el emprendedor mas optimista se atrevería arriesgar su dinero: hay un representante que concede los derechos de uso a cambio de un compromiso de compra de insumos químicos y papel de ampliación respaldado por una suma que se deposita a cuenta de los pagos de royalties y contribuciones impuestas por el régimen de franchising que encuadra el negocio

Son máquinas concebidas para funcionar durante años con los mismos standards de calidad verificados en el acto de entrega
pero recién alcanzan su óptimo de productividad y rentabilidad cuando en cierto ámbito confluyen su perfección mecánica y el auge del hábito de reflejar el mundo que la oferta de revelado mejor a menor precio y las campañas de publicidad previstas en el proyecto aspiran a precipitar
son máquinas llamativas, que funcionando en las vidrieras de comercios y galerías predican con insistencia mecánica el carácter visual del mundo y el privilegio de quienes consiguen arrancar una imagen al arrasante tiempo

Ësta no es una ciudad: la cabecera del partido es un pueblito de provincia
hoy, aquí , una de estas máquinas japonesas en menos de media hora procesó cuarenta y seis rollos: millares de imágenes del viaje del industrial a un centro turístico de las sierras, unas treinta que registran meticulosamente los juegos amorosos representados frente al espejo del hotel de la ruta por una matrimonio de odontólogos, tres rollos con ciento dieciocho tomas de las mejoras técnicas que el nuevo arrendatario incorporó en el campo de Urquillo y uno con doce fotos sobrexpuestas y seis bastantes claras tomadas minutos después del descarrilamiento de El Rápido en la curva de Lamadrid
esas imágenes reflejan mas la precipitación de un amateur que la desesperación de los sobrevivientes de la tragedia
ni la verdadera magnitud de esa escena -dantesca- ni la frialdad con que sobrevivientes y testigos saquearon y desnudaron cadáveres y heridos, serían advertidas por un extranjero que viese las fotos sin saber la verdad, o por cualquier vecino que, volviendo de un tour por Disney World, haya pasado la semana sin ver diarios argentinos ni noticieros de T.V.

Tal vez alguna de las grandes editoriales de Capital se decida a comprar estas tomas imperfectas pero de indudable valor periodístico: aquí todos se preguntan cuánto serán capaces de ofertar por estos negativos
cualquiera sea la suma, no paga el tiempo del veterinario Repsing, que hacia mas de un mes que tenía esa cámara en la guantera del Land Rover porque nunca le llegaba el momento de devolvérsela al amigo de su hija que la olvidó en su asiento a la vuelta de un bautimso
pasó un mes reprochándose que las veces que anduvo cerca la chacra de los padres del muchacho, o «venía apuradísimo», o andaba «con la cabeza en otra cosa»

Volvió a pensar en la cámara, como si le encendiera una lámpara, recién esta mañana, cuando tuvo la suerte de bajar a la ruta por la curva de Lamadrid cuando El Rápido descarrilaba y la locomotora parecía levantar vuelo empujada por un ruido enorme venido de abajo de la tierra del cañadón
tomó todas las fotos en un par de minutos, dudando si la máquina tendría el rollo bien puesto, y temiendo que el calor de los últimos días habría estropeado la película, y hasta los propios mecanismos de ese aparato que manejaba por primera vez

Ahora confirma que la cámara y el rollo estaban bien, que él hizo lo mejor que pudo, y que lo único de lamentar era ese tipo de película ultrasensible que le recomendaron al amigo de su hija
el chico había pedido algo especial porque el bautismo se hacía en una capilla de mala muerte donde ni el cura alcanza a leer las oraciones a la luz mortecina de unas lamparitas que, ocultas en unos caños de cemento revestidos con cera, simulan la llama de enormes cirios

Si alguien llega a comprar esas fotos, pague lo que pague, no cubrirá el valor del recuerdo que en el momento de tomarlas Repsing se grabó para toda la vida, ni el precio irrisorio del revelado de las fotos
pagan la suerte y el privilegio de los que, a tiempo, son capaces de arrebatarle una imagen al tiempo
esa máquina de arrasar todo que ojalá ahora vuelva detenerse en el olvido porque de lo contrario no podré recordar

Olvidémoslo ahora que el principal de turno del destacamento toma declaración al imputado por la catástrofe, y le reclama al señalero que repita sus dichos porque su máquina de escribir, -una Olivetti de los años cincuenta-, tiene un tabulador que detienen el carro al promediar cada renglón y nadie se atreve a intentar repararla
desde mediodía viene tecleando dichos de gente que afirma que afirma que el hombre estaba a veinte o treinta metros su puesto en la casilla del curvón
y que lo vieron agachado en el pasto, ocupado en lavar, o arreglar algo en la parte inferior de una máquina de fumigar acoplada a su autito amarillo

Pero el imputado insiste en e que la gasificadora no es suya, que en su perra vida jamás la vio y que mal pudo haberla acoplado a ese Citroen que ni fuerza tiene para repechar la barranquita de la Shell,
dice que todo el mundo sabe que para cargar nafta sube a pata a la Shell donde los encargados le prestan un bidón, y que con él se baja a la banquina, llena el tanque, y vuelve a subir a pata la barranca para devolver el bidón vacío y pagar los diez litros en la garita del surtidor
insiste reclamando que llamen a los playeros de la Shell o al mecánico y que pregunten si falta a la verdad
a gritos reclama que busquen a los que dijeron que el Citroen estaba a treinta metros de la casilla y para que se lo repitan en la cara
pide que llamen a todos lo que puedan tener fumigadoras con trailer y les pregunten donde la tenían guardada esa mañana y que averigüen por todos los boliches y en el supermercado si alguna vez lo vieron tomar o comprar botellas que no sean de aceite o Pepsi o de cosas para limpiar
habla de la democracia y pide que hagan venir a técnicos de la Jefatura de Policía y que le tomen pruebas a ver si en las manos tiene huellas de grasa o de algo que demuestre que estuvo arreglando máquinas
que encarguen a Buenos Aires un detector de mentiras, que consulten a peritos ferroviarios y que consigan los antecedentes y el prontuario de los testigos que inventaron la historia de la fumigadora acoplada al Citröen

Como una máquina indiferente, la mujer del poema llega del gabinete de su manicura y no sabe ni debe saber que el silencio que descubre al llegar es el sonido del esa maquina de arrasar cuya existencia ignora, y que, para millones de mujeres como ella, han traducido al girar de dos agujas en su pulsera-reloj
actuando como si lo supiera, en una decisión calculada cotejando horarios y planificando cada uno de los actos que debe ejecutar después, teclea sobre el control remoto del televisor
ni mira la pantalla: solo intentaba dar noticias de su llegada y que la sala y la planta baja se llenen con voces y efectos musicales que representan con bastante fidelidad el registro de los micrófonos del estudio de un programa de entretenimientos de la Capital

Sin escuchar las voces, ni los aplausos y los griteríos grabados que agregan para que el público parezca mas numeroso, o mas comprometido, la mujer enumera mentalmente las rutinas previas al baño y todo lo que debe preparar para la fiesta
no sabe que durante las próximas horas, mas de la mitad de sus cuidados se aplicarán a la conservación de los efectos del trabajo de peluquera, manicura, y cosmetóloga y que destinará menos de la tercera parte de su energía al las rutinas de bañarse, vestirse y terminar con la pintura y el maquillaje que componen el plan al que se supone totalmente concentrada
mas tarde derivará parte de esa energía a controlar los arreglos de su vestido, las expresiones de su cara y al balance de los efectos de tantas superficies sobre los invitados que después lo transmitirán al fondo la vida social del pueblo

Sorprendido por los diálogos de la televisión, el hombre la estuvo mirando, -quizás creándola-, y piensa que también ella es una máquina,
se dice que sí, que ella sí es una máquina, pero una máquina fastuosa,
«como un automóvil que consumiese la mitad del combustible solo para magnificar el control de la presión de uno de los neumáticos traseros», se dice
piensa que eso es lo bueno de los humanos: su asimetría, su desmesura de consumir fuera de cualquier propósito de equilibrio, lejos de toda pretensión de armonía entre las cosas

Piensa, pero allí donde el que escribe elegiría las expresiones «automóvil», «neumático», y «trasero» se representa las palabras «auto», «ruedas» , «de atrás»
y ve imágenes que refieren cada nombre como en el curso de una sucesión de relámpagos, o proyección de fotos sobrexpuestas tomadas al azar por un aficionado
ve manos, ve un tren, ve rieles y ruedas acantonadas que, frenando, chispean sobre los rieles
después ve un solo riel fijado con clavijas de hierro dulce a los durmientes de quebracho, y fundido a esa imagen, el perfil de otro riel que cede para curvarse dócilmente bajo el peso de las ruedas
y ve matas de pelo a coloreado -teñido-, un estampado búlgaro sobre una superficie de seda gris y adivina el brillo de la seda, tras el bosquejo de un auto con un solo neumático que, muy fuera de escala, sobresale del guardabarros y tensa el vestido de seda revelando la curva del cuerpo de la mujer en un solo lugar: la cadera
evoca el ruido de la seda al frotarse y casi llega a componerse mentalmente, bajo la seda, la imagen de esa cadera desnuda cuando una nueva sucesión de sirenas, le devuelven las imágenes del accidente: con el ir y venir de camilleros, médicos y periodistas alrededor del hospital, alternado con reportajes a vecinos y testigos y reflexiones del conductor del noticiero del mediodía

Alguna vez, en su cabina, el maquinista debió haberse masturbado figurándose una cadera semejante, pero bajo un ruido mas intenso, aunque menos perturbador
parte blanca de la mujer: maquina erigida como vacilación entre el nacimiento del muslo y la piel y delicada que cubre un lado para revelar la dureza del hueso apenas unos pocos milímetros debajo
/»tierra de nadie entre piernas y vientres», piensa, «nada impediría que me masturbe ahora pensando en ella bajo el atronador murmullo de la seda, imaginándome a la vez el ruido de/la seda, el improbable sueño erótico de un maquinista y el silencio espectral de mundo que potencia el horror de estas sirenas desafinadas..»
pero piensa que no debe distraerse, que debe permanecer enfrentando al sentido que pocas veces le parece tan claro, para afirmarlo y evitar que como tantas veces, se disipe hasta confundirse con el aire viciado de la trivialidad
imagina un conjuro: una danza pautada, cuya ejecución desplazaría su cuerpo por la casa ubicando en cada espacio la palabra correspondiente
esa música le permitiría vencer la gravedad respondiendo, no a las palabras, sino a lo que ellas nunca terminan de referir

Y escucha, se oye:

«fijando la atención en un punto
de esta tierra de nadie
de la mujer, de la provincia, o de la historia
-cadera, etapa o pueblo: cualquier detalle da lo mismo –
identifico el punto y alcanzo al mismo tiempo las palabras

«neumático»
«cadera»
«estilo», «señal»
«barrera»,
«pueblo»,
«maquinista» y «justo»

cada una de ellas se apropia de un tramo de mi conciencia,
y la serie que forman, todas
las presenta una a una
y una a una las devuelve a esa nada
que eran

Pero,
si contemplo ese cuerpo
desnudo, y puedo
conservar la conciencia
también desnuda de palabras
y eludo la tensión
que me exige ya,
ya
identificar lo que veo
ya
yo
sigo consciente de mi ver
y solo de mi ver
de mi ver sin objeto,
de este ver tan vacío como nosotros
dos horas antes de la fiesta
donde mas,
aún mas que antes
mi conciencia
también
desaparecerá

«¿Si?» «¿Contemplo», «¿Yo? «, «¿Qué?» se pregunta, y agrega las preguntas a eso escrito que alguna vez volverá a leer como el mecánico aficionado que examina un dispositivo que improvisó con restos de máquinas dispares y que parece a punto de funcionar
y se imagina preguntándose: «¿debo dejar estas imágenes suspendidas bajo la eternidad y en la nada, en el mismo aire donde flotaron los pensamientos del maquinista, en este aire hogareño, que como el aire imaginario de la cabina solo existe por una concesión, por una convención, por una caprichosa convicción en el sentido de narrar…? »
«¿O debo permitir que vuelva mi voluntad bajo la forma del deseo que provoca esta imagen y, sin ceder a una satisfacción que lo disolvería, fundirme a él y seguir alentándolo como a esas dudas que no deben disiparse en el tiempo? »

«¿Actuar tendiendo a la satisfacción? ¿alcanzar por mera precipitación cierta palabra que refiere una imagen que por nombrada, desaparece ? »

«¿Narrar, formar, limitarse a relatar la forma, acotar un poema ? »

«¿invocar a otro disponiéndolo aquí como una máquina, deseo ajeno, creado y lector, que obedece a la máquina invisible de regular, el peso de una convención, lo invariable?»

Son palabras e imágenes, meras piezas que volverán a reproducirse para volver a disolverse en la nada de la Nación que las precipita o las contiene.