¿A quién le dedico mi precioso librillo nuevo
recién pulido con la árida piedra pómez?
A ti, Cornelio: pues tú solías
estimar que eran algo mis bagatelas
ya entonces, cuando te atreviste, el único entre los ítalos,
a escribir una historia del mundo en tres libros
doctos, por Júpiter, y trabajados.
Por eso recibe sea lo que sea mi librillo,
valga lo que valga. ¡Y que él, oh Virgen protectora,
perdure con vida más de un siglo!