Dios supo odiar bastante para crear las moscas,
Horribles, aterciopeladas, con su cuerpo inquietante
Hinchado de pus amarillento, y en su vuelo flotante
Arrastrando un no sé qué fúnebre y turbio.
Contradiciendo a Satán que pudre lo que toca
Vosotras, moscas, tocáis lo que se pudre, al probar
Todas en masa el ojo rosáceo y rezumante
De bestias cegadas por vuestras ávidas bocas
Y vuestra ala estridente con nervaduras de hierro
Eleva en mi pesadilla un nebuloso infierno
De cuerpos velludos, surgidos de la sombra donde se golpean
Los clavos del largo ataúd donde extenderé mi cuerpo
Y que será quemado en la llama inmortal
Para librarme de vosotras, cuando esté muerto…