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Salmo – TUDOR ARGHEZI

Qué solo estoy, mi Dios, y sin hogar!
Árbol errante olvidado en el llano,
con fruta amarga y con hojas
espinosas y ásperas en su viva exasperación.

Anhelo que el pájaro que gorjea
se detenga un rato,
que cante en mí y que vuele
en mi sombra de humo.

Espero pedacitos de ternura;
pequeños cantos de gorriones y andorina
quisiera acoger,
como los árboles frutales de buen sabor.

No tengo néctares y aromas dulces,
ni siquiera el sabor de uva verde,
y. clavado entre eternidad y niebla,
en mi corteza no se posan las blandas orugas.

Alto candelabro, guardias de confines,
las estrellas vienen y se encienden una tras otra
en las ramas tendidas en las aras—
y se te consagran; pero, Dios ¿hasta cuándo?
De florecer sólo con fuegos santos
y de frutar sólo metales, compenetrado
de los pesados mandamientos y doctrinas,
acaso, mi Señor, harto estoy.

En mi tarea tú me dejaste olvidado,
y me atormento solo y me desangro.
Mándame, Dios, señal de lejanía,
de vez en cuando, algún pequeño ángel,

para que bata su ala en luz de luna,
y vuelva a entregarme tu buen consejo.

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