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La Cordillera de los Andes – Henri Michaux

La Cordillera de los Andes

La primera impresión es terrible y cercana a la desesperación
El horizonte de pronto desaparece.
Las nubes no son más altas que nosotros.
Infinitamente y sin accidentes, allí están, donde nosotros estamos,
Las altas planicies de los Andes, que se extienden, que se extienden.

El suelo es negro e inhospitalario
Un suelo venido de adentro.
No se interesa en las plantas.
Es una tierra volcánica.
¡Desnudez!, y las casas negras encima,
Le dejan toda su desnudez;
La negra desnudez de lo malo.

Quien no ame las nubes,
que no venga al Ecuador.
Son los perros fieles de la montaña,
Los grandes perros fieles;
Coronan altamente el horizonte;
La altura del paraje es de 3.000 metros, según dicen,
Es peligrosa, según dicen, para el corazón, para la respiración, para el estómago
Y para el cuerpo todo del extranjero.

Macizos, braquicéfalos, el paso corto,
Cargando grandes pesos los indios van por esta ciudad adherida a un cráter de nubes.
¿Adónde va esta encorvada peregrinación?
Ella se cruza y se entrecruza y sube; nada más: es la vida cotidiana.
Quito y sus montañas.
Caen sobre ella, después se asombran, se contienen, ¡mojan sólo sus lenguas!, es
un camino; por lo tanto se las cubre de piedras.
Todos aquí fumamos el opio de la gran altura, voz baja, paso corto, corta respiración.
Poco pelean los perros, poco los niños, poco ríen.

 

Henri Michaux

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