Esta mañana, nada más salir al jardín,
ya me parecía haberme dejado algo en casa.
Dos pasos hasta el albaricoquero
y vuelta a entrar.
Ahora que ya no tengo nada que hacer
estoy sentado frente a la ventana
y me pregunto: ¿Quieres esto? ¿Quieres lo otro?
He quemado las páginas de los libros, los calendarios,
los mapas. Para mí, América
ya no existe, Australia nada,
la China es un olor,
Rusia es una telaraña blanca
y África un vaso de agua que soñé.
Desde hace dos o tres días voy detrás de Pinela, el campesino,
que va buscando la miel de las abejas silvestres.