La mezquina edificación moderna
verdaderamente no va conmigo.
Aquí, esta antigua casa puede acoger
ricas y amplias azoteas de piedra,
pequeños y recatados balcones.
Y techos con holgura abovedados,
propicios receptores de sonidos,
por doquiera hornacinas interiores,
en donde los brazos confidentes del ocaso
se tiendan hacia ti.
Las paredes todas dobles y fuertes de auténticos sillares asentados a hueso; – sin cuidado, podría yo aprender cosas horrendas, desde el corto, callado saledizo, tiendo la vista sobre los cuarteles de cinc.