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Edición del escritor Martín Riva

Dutschke – PIER PAOLO PASOLINI

Durante todo el período en que no habías nacido,
yo he razonado. No sé en el vientre de qué madre estabas.
No fecundé yo a esa mujer, eso es cierto.
Sin embargo, si considero el largo período de tiempo
que pasó por mí después del nacimiento y por ti antes,
no hay dudas: te soy padre.
¿Por qué entonces te miro con ojos de hijo?
Nuestra experiencia tiene las mismas palabras, nuestra razón
tiene el mismo léxico. Pero tú, más allá de lo que es tuyo,
tienes también lo que es mío; y esto es lo que te vuelve más adulto.
De mis años prenatales no he podido atesorar nada, yo.
Se han borrado de mi experiencia, inútil tragedia.
No he usado una sola palabra
usada por mis padres (salvo para augurarles el Infierno).
Su criminalidad y su odio por la razón
son puros y simples pesos en mi vida.
También yo, naturalmente, he recorrido
un largo camino en el vientre de mi madre y he llegado,
como un bárbaro indescifrable, provisto de toda exquisitez
—de una extraña e inadmisible madurez—, a esta tierra.
No fui recibido con amor. No me miraron con ojos filiales.
Nadie se asombró por mi amarga sabiduría.
Tuve sobre mí ojos de padres… Pero basta con esta historia.
Están muertos, acompañados por mi maldición, por mi indiferencia
o por mi piedad. Ahora yo, en cambio, toda mi experiencia te la he dado.
Y por lo tanto tienes la tuya más la mía: y esto te da una autoridad … paterna.
Pendo de tus labios, que dicen novedades,
incubadas en aquel largo período prenatal en el que yo operaba
(ingenuamente, de muchacho) ¿Cuál es la novedad?
Ni siquiera tú, finalmente, sabrás decirla. Otras historias prenatales
se están ya desarrollando en los umbrales del mundo, de nuevo viejo.
¿La fundación de un Partido Comunista en Alemania?
¡Cuántos obstáculos, cuántas oposiciones, cuántas contrariedades,
cuántas imposibilidades históricas debidas a ajustes ya definitivos!
En Frankfurt se espera. En Heidelberg se estudia en medio del aburrimiento.
La burguesía de cuyas entrañas misteriosamente has nacido,
lo vi con mis ojos, tiene rostros blancos como lápidas:
¡no te dejes engañar por su buena voluntad,
por su atormentada sensibilidad, por su cómica timidez!
Están todos aterrorizados, padre mío, jefe. Y tus jóvenes coetáneos
van por el camino principal, no por los senderos.

Nota del editor de Antología Poética:

Para conocer el verdadero orden tipográfico de este poema consultar la fuente original en un libro.

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